La iniciativa del expresidente Donald Trump para expulsar a los habitantes de Gaza y tomar el control del enclave ha provocado indignación a nivel internacional, recibiendo críticas severas por parte de los palestinos que la consideran «ridícula y absurda». Uno de los posibles aliados en esta estrategia es Marruecos, un país que Trump considera como opción para la reubicación de los gazatíes si Jordania y Egipto se niegan a acogerlos. La relación entre Marruecos e Israel, consolidada oficialmente en 2020 a cambio del reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos, ha sido fortalecida incluso durante el prolongado conflicto en Gaza, a pesar del descontento popular interno en Marruecos que exige el cese de relaciones con Israel.
Marruecos forma parte de un trío de territorios, junto con Puntlandia y Somalilandia, que busca el respaldo estadounidense para su reconocimiento internacional. Este deseo de reconocimiento crea un alineamiento estratégico con Washington, con el trasfondo de la disputa territorial en curso sobre el Sáhara Occidental. A pesar de las continuas protestas ciudadanas en Marruecos en apoyo a Palestina, el régimen alauí ha persistido en mantener y fomentar sus relaciones con Israel, que le reportan beneficios económicos significativos. En medio de esta controversia, la Casa Real marroquí se enfrenta a la complejidad de equilibrar intereses políticos internacionales y una creciente presión popular interna que clama por una política exterior más acorde con los sentimientos del pueblo.
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