Durante años, las «mañaneras» del presidente Andrés Manuel López Obrador se convirtieron en el centro neurálgico de la conversación política en México. Estas conferencias, que lograron captar tanto la atención local como internacional, redefinieron el concepto de comunicación presidencial mediante un enfoque menos solemne y más interactivo, posicionándose como una fuente constante de entretenimiento, memes y polémica. El formato permitió al presidente abordar directamente y de manera continua las cuestiones del día, propiciando una dinámica en la que la presidencia centralizaba la narrativa política, desviando cualquier potencial sobrecarga hacia los secretarios de Estado. Este ejercicio, no exento de controversia, marcó un estilo inusual al mezclar el espectáculo con el discurso político, desafiando a la prensa y fijando las agendas mediáticas.
Con la transición al gobierno de Claudia Sheinbaum, la dinámica de la «mañanera» se enfrenta a un reto de reinvención. La nueva presidenta ha iniciado sus conferencias con un tono más técnico y directo, caracterizado por una presentación organizada y el uso de recursos audiovisuales educativos. Sin embargo, el desafío radica en mantener la atención de una audiencia acostumbrada a la controversia y al sensacionalismo de su predecesor, sin perder la eficacia política del espacio. Al enfrentar críticas potenciales y con una economía desafiante en el horizonte, Sheinbaum deberá demostrar su capacidad para conectar con un amplio espectro del electorado mientras equilibra la expectativa de millones de ciudadanos con la necesidad de un diálogo menos polarizado y más inclusivo. Ante las dificultades y la inminente polarización, el futuro de la mañanera dependerá de su capacidad para evolucionar sin limitar su capacidad de influir en la opinión pública.
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