En el escenario político de Estados Unidos, Pensilvania se perfila como un campo de batalla crucial en la carrera presidencial de 2024. Kamala Harris, candidata demócrata a la presidencia, ha intensificado su enfoque en este estado al anunciar su compañero de fórmula, el gobernador de Minnesota Tim Walz, precisamente en Pensilvania. Este movimiento subraya la importancia estratégica del estado, donde ambos partidos han invertido cifras astronómicas en publicidad –180 millones de dólares por parte de los demócratas y 170 millones por los republicanos. Pensilvania, con sus 19 votos electorales críticos, ha fluctuado entre republicanos y demócratas en elecciones anteriores, votando a Trump en 2016 y a Biden en 2020, situándose nuevamente como un terreno decisivo con encuestas sumamente reñidas a nivel nacional que podrían desembocar en un inédito empate.
Además, las dinámicas electorales en Pensilvania se ven complejizadas por su diversidad demográfica. Es un estado donde convergen votantes rurales predominantemente blancos, centros urbanos con amplias comunidades afroamericanas y grupos de trabajadores industriales junto a una creciente población latina. Este mosaico obliga a los candidatos a hilar fino en sus estrategias discursivas y políticas. Mientras Harris despliega su campaña en áreas estratégicas como Erie, tratando de captar el voto afroamericano y de suburbios, Trump y su aliado Elon Musk no han escatimado esfuerzos en realizar apariciones multitudinarias y mitines en un intento por recuperar el apoyo histórico republicano en el estado. La participación activa del expresidente Barack Obama en los eventos de campaña, abogando por Harris y utilizando el lema modificado «Yes, she can», refleja los intensos esfuerzos demócratas por galvanizar a votantes indecisos, especialmente mujeres. Con menos de un mes para las elecciones, Pensilvania permanece como el eje sobre el que podrían inclinarse las balanzas de poder político en Estados Unidos.
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