El sistema político de Estados Unidos se caracteriza por la rigidez de las fechas de las elecciones presidenciales y legislativas, que están establecidas de forma permanente. Estas elecciones se llevan a cabo el martes posterior al primer lunes de noviembre, cada cuatro años, coincidiendo con la elección de todos los miembros de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Este marco evita que el presidente pueda adelantar las elecciones, lo que le obliga a forjar acuerdos con el Congreso. Si falla en esta tarea, la alternativa es dimitir, cediendo su puesto al vicepresidente.
Por otro lado, en las democracias parlamentarias de Europa, los primeros ministros tienen la capacidad de convocar elecciones anticipadas, lo que presenta tanto ventajas como riesgos. Esta potestad puede ser utilizada estratégicamente para buscar resultados favorables, aunque también puede derivar en decisiones erróneas que afecten la estabilidad política. En España, la reciente situación del presidente Pedro Sánchez plantea interrogantes sobre el cumplimiento de una costumbre política no escrita. A diferencia de su enfoque en 2019, cuando convocó elecciones al no poder aprobar los presupuestos, ahora se espera que aclare su posición ante un cambio de circunstancias en el panorama parlamentario, tras la oposición de Junts.
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