Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, enfrenta desafíos crecientes en su política europea debido al giro conservador predominante en la Unión Europea, reflejado tanto en el Consejo Europeo como en el Parlamento y la Comisión Europea. A pesar de los esfuerzos del Ejecutivo español por elevar el perfil de lenguas cooficiales como el catalán, euskera y gallego en la UE, y de mantener una postura prudente respecto al gasto en defensa, España se encuentra en una posición minoritaria sobre varios temas clave. Estos incluyen la migración, donde la tendencia se inclina hacia políticas más estrictas, y la oposición de la Comisión Europea a la ley de Amnistía para los implicados en el procés catalán. Sánchez, que en el pasado logró éxitos como la «excepción ibérica» en el precio de la energía y una coordinación destacada en el Fondo de Recuperación tras la pandemia, ahora debe lidiar con un panorama político europeo menos favorable.
Desde La Moncloa, el gobierno español procura adoptar una actitud de resistencia, convencido de que la defensa de los valores progresistas es una oportunidad a pesar de la actual adversidad. El Ejecutivo continúa trabajando para convencer a sus socios europeos de la conveniencia de sus propuestas, como el cumplimiento de compromisos de inversión del Plan de Recuperación, condicionado a reformas políticas internas que no siempre cuentan con el respaldo parlamentario necesario. Este contexto adverso se agudiza con temas como la opa del BBVA sobre el Sabadell, que ha atraído un procedimiento de infracción de Bruselas. Mientras España busca recuperar influencia en la UE, los desafíos internos y europeos exigen una estrategia diplomática ágil y adaptativa.
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