En las empinadas pendientes de la Madeleine, el nombre de Pauline Ferrand-Prévôt se coreaba con fervor. Entre los seguidores estaba su familia, que la alentaba mientras Pauline lideraba la carrera, dispuesta a conseguir una hazaña histórica: convertirse en la primera mujer francesa en ganar el Tour desde 1989. Años de sacrificio, que incluyeron un riguroso entrenamiento y cambios en su estilo de vida, condujeron a este momento culminante. Aunque la victoria en el Tour no fue fácil, la perseverancia y experiencia de Ferrand-Prévôt marcaron la diferencia, superando a rivales como Sarah Gigante y las grandes favoritas inicialmente, que quedaron relegadas en las frías rampas.
El regreso de Pauline a las carreras de ruta, después de una década de ausencia, significó un renacimiento deportivo alimentado por su triunfo olímpico previo. La segura y estratégica carrera que mostró durante la competición fue fruto del aprendizaje y la acumulación de numerosos títulos en distintas modalidades del ciclismo. Al cruzar la línea de meta, su emoción fue evidente, otorgando un cierre simbólico a su travesía, destacada por el apoyo de su entorno, y consolidando así una victoria que resonará en la historia del ciclismo francés. De pie junto a Jeannie Longo, cerró un capítulo lleno de logros.
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