El legendario Paul McCartney, a sus 82 años, demostró anoche en el WiZink Center de Madrid que su legado musical sigue más vivo que nunca. Ante una audiencia de 15,000 personas, el ex Beatle desplegó un vibrante repertorio de 35 canciones que cubrieron su vasta carrera, desde sus inicios con The Quarrymen hasta su última producción con los Beatles. Con su bajo Höfner en alto, McCartney emocionó a generaciones de fans que acudieron a disfrutar de un espectáculo colmado de nostalgia y rock. Sin embargo, no fueron solo los clásicos los que hicieron vibrar al público, sino también la calidez y cercanía del artista, quien, a pesar de su trayectoria, se presentó como un anfitrión entrañable, dispuesto a conectar con su público, incluso arriesgándose a hablar un poco en español para saludar a sus seguidores.
A lo largo de la noche, McCartney homenajeó a sus compañeros de banda, dedicando piezas a John Lennon y George Harrison, mientras que momentos como «Hey Jude» y «Let It Be» tocaron el corazón de los presentes. Aunque se especuló sobre el estado de su voz, el artista superó las expectativas, interpretando con maestría y entusiasmo, respaldado por una banda sobria pero poderosa. Como es habitual en sus conciertos, McCartney no solo cantó, sino que también demostró su destreza tocando múltiples instrumentos, animando al recinto con su presencia inagotable. La noche culminó con una explosión de energía y amor, tal como reflejó en los versos finales de «The End», dejando a los asistentes con la sensación de haber presenciado no solo un concierto, sino un trozo de historia viva de la música pop. Esta noche repetirá en el mismo escenario, y aquellos que aún no tengan entrada harían bien en intentar conseguir una; pocas experiencias podrían compararse con ver en vivo a un ícono mundial como McCartney.
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