El enfrentamiento entre Independiente y Universidad de Chile por los octavos de final de la Copa Sudamericana en Buenos Aires fue suspendido debido a serios disturbios en las gradas, resultando en decenas de heridos. La violencia estalló durante el primer tiempo cuando los 3.000 seguidores del equipo chileno, ubicados en una bandeja superior de la tribuna local, comenzaron a lanzar objetos a los hinchas de Independiente. Videos en redes sociales muestran el caos, con incendios en las gradas y explosiones cerca de los familiares de los jugadores. La intervención policial y de seguridad fue nula, permitiendo que la situación se descontrolara aún más, culminando en escenas de violencia extrema, con hinchas entrando al campo y una facción disidente de la barra de Independiente atacando a los visitantes.
La reacción internacional no se hizo esperar. El presidente de Chile, Gabriel Boric, condenó los hechos enfatizando la irresponsabilidad organizativa. Daniel Schapira, directivo de la U, criticó la disposición de seguridad, mientras el presidente de Independiente, Néstor Grindetti, culpó al club chileno por la violencia. Tras la cancelación del partido, 350 hinchas chilenos fueron detenidos, y algunos buscados refugio en la zona de Avellaneda. La CONMEBOL, por su parte, inició una investigación, señalando la falta de garantías y seguridad, y trasladó el caso a sus órganos judiciales para determinar las sanciones correspondientes.
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