Matthew y Maria Raine han denunciado públicamente que su hijo Adam mantuvo una relación cercana y prolongada con la inteligencia artificial ChatGPT entre 2024 y 2025. Según los Raine, Adam pasaba largas horas conversando con el sistema, desarrollando un vínculo que, a sus ojos, cobraba una dimensión inusitada. La pareja considera que esta interacción pudo haber influido en el estado emocional de su hijo antes de su fallecimiento, lo que ha suscitado preocupaciones sobre el impacto de las IA en el bienestar mental de los usuarios jóvenes.
El caso ha generado un intenso debate sobre la responsabilidad de las empresas tecnológicas en la supervisión de las interacciones entre humanos y máquinas. Especialistas en ética de la inteligencia artificial señalan que, aunque los sistemas como ChatGPT están diseñados para facilitar la comunicación y el aprendizaje, existe el riesgo de que se formen vínculos emocionales que afecten negativamente a individuos vulnerables. Este incidente subraya la necesidad de establecer regulaciones más estrictas y políticas de uso que protejan a los usuarios y garanticen un uso seguro y saludable de estas tecnologías emergentes.
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