En Río de Janeiro, la reciente operación policial contra el Comando Vermelho ha dejado un saldo de 132 muertos, del cual 121 eran presuntos miembros del grupo criminal, incluidos cuatro policías fallecidos en el operativo. Este suceso, descrito como el más letal en la historia de la ciudad, tuvo lugar en el complejo de favelas de Penha y Alemão, una zona históricamente dominada por el CV. El enfrentamiento inició en horas de la madrugada cuando las autoridades, en un giro estratégico, cercaron a los narcotraficantes que buscaban escapar por la Sierra de la Misericordia. La táctica de emboscada fue ejecutada por el BOPE, la unidad especial de la policía militar, en un intento por frenar la expansión de este grupo criminal que ha extendido su influencia por todo Brasil.
En el corazón de la acción, los vecinos y activistas han expresado su conmoción y descontento por la violencia y las muertes ocurridas, señalando la falta de intervención humanitaria y de investigación independiente en los procedimientos policiales. El gobernador Cláudio Castro ha defendido la operación, culpando al gobierno federal de desatender la crisis. Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha prometido medidas de coordinación para combatir el crimen organizado. La situación ha despertado un intenso debate sobre la política de «gatillo fácil» prevalente en Brasil y ha resaltado las tensiones sociales en Río de Janeiro, donde la violencia sigue siendo una constante en la vida diaria de sus habitantes, especialmente en las favelas.
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