La tensión tecnológica entre Estados Unidos y China vuelve a sacudir los cimientos de la industria global de semiconductores, y esta vez, Nvidia se encuentra en el ojo del huracán. La empresa ha detenido la producción de su GPU H20, un chip diseñado específicamente para el mercado chino bajo las restricciones de exportación estadounidenses. Este movimiento refleja un cambio estratégico en medio de un clima político cada vez más incierto y hostil.
El H20 nació en 2023 como una respuesta directa a las restricciones impuestas por Washington sobre los semiconductores avanzados destinados a China. En el último año fiscal, que concluyó en enero de 2025, el mercado chino representaba el 13% de los ingresos totales de Nvidia, equivalentes a 17.000 millones de dólares. Se estimaba que su potencial de negocio anual en China podía alcanzar los 50.000 millones, lo que explica los esfuerzos de la compañía por mantener su relevancia en un mercado crucial.
Sin embargo, las regulaciones estadounidenses han complicado el camino. El endurecimiento de las normas de exportación en abril por la administración Trump, exigió un régimen de licencias que, en la práctica, bloqueó las operaciones de Nvidia en China. La empresa reportó así una pérdida de inventario de 4.500 millones de dólares en el trimestre fiscal que terminó en abril y vio frustrarse hasta 8.000 millones en ingresos potenciales.
El panorama cambió ligeramente en julio, cuando la Casa Blanca permitió la reanudación de los envíos bajo la condición de que Nvidia cediera un 15% de sus ventas en China al Tesoro estadounidense. No obstante, la situación en el mercado ya se había transformado.
En Pekín, el Politburó del Partido Comunista Chino ha mostrado su preocupación por la “dependencia de la tecnología estadounidense”, desincentivando la adquisición de GPUs H20 bajo el argumento de riesgos de ciberseguridad y potenciales “puertas traseras” en el hardware. Algunas fuentes incluso indican que se están evaluando prohibiciones al uso del H20 en sectores estratégicos.
A pesar de estos desafíos, Nvidia ya está trabajando en su próxima generación de chips, el B30. Se espera que esta nueva tecnología herede la arquitectura Blackwell y potencialmente sustituya al H20. Sin embargo, su éxito en el ámbito chino dependerá más de factores políticos que tecnológicos.
China sigue siendo el segundo mayor mercado de semiconductores del mundo, tanto en volumen como en capacidad de inversión. Una pérdida de confianza en Nvidia podría no solo impactar financieramente a la empresa, sino también acelerar el desarrollo de alternativas locales por firmas chinas como Huawei o Biren Technology.
Este escenario no solo refleja los problemas de Nvidia, sino un dilema global más amplio: el reordenamiento de las cadenas de suministro de semiconductores avanzados debido a las tensiones geopolíticas. Estados Unidos intenta limitar el acceso chino a la tecnología puntera en un intento de mitigar su avance en áreas como la inteligencia artificial y la supercomputación, mientras que China enfoca sus esfuerzos en asegurar su autonomía tecnológica.
Este pulso por el dominio de los semiconductores no es solo económico, sino profundamente estratégico; quien controle los chips más avanzados tendrá una ventaja significativa en sectores clave como la defensa y la biotecnología.
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