La reciente ofensiva rebelde en Siria, que culminó con la caída del régimen de Bachar al Asad tras 12 años de guerra civil, ha sido atribuida a una combinación de factores estratégicos y operacionales que favorecieron a las fuerzas insurgentes. Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria, explicó que la eficiencia del ataque se debió, en gran parte, al exhaustivo entrenamiento de los combatientes de la oposición y a la adopción de tecnología avanzada, como drones, en sus operaciones. Este avance coordinado y bien orquestado sorprendió al régimen de Al Asad, cuyos soldados, con poca preparación y desmotivados por años de conflicto, no lograron resistir la embestida a pesar de los turnos constantes que permitieron a los rebeldes mantener la ofensiva sin descanso.
Además, el debilitamiento del apoyo de aliados clave del gobierno sirio, como Hezbolá, Rusia e Irán, resultó crucial para la caída del régimen. Las tropas de Al Asad experimentaron un significativo descenso en la moral, exacerbado por la falta de recursos logísticos y condiciones de vida adecuadas, a diferencia de los combatientes rebeldes que, impulsados por el deseo de regresar a sus hogares, mostraron una tenacidad determinante. Mientras que el régimen vio mermado el respaldo aéreo ruso y una disminuida presencia de Hezbolá, las fuerzas opositoras supieron capitalizar este vacío, avanzando hacia Damasco y logrando una victoria inesperada que refleja el profundo cambio en el equilibrio de poder en Siria. La crisis humanitaria sigue siendo devastadora, con más de 14 millones de sirios desplazados desde 2011 y una población sumida en la pobreza, lo que plantea enormes desafíos para el futuro del país.
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