En el ambiente rural de Majarromaque, una de las 15 barriadas rurales de Jerez de la Frontera, se vive el último día de campaña electoral con una mezcla de humor y demandas cotidianas. Inés Domínguez, con su bata y hierbabuena en mano, recibe la visita de Paqui Guzmán, quien llega con el paquete electoral y promesas de mejoras comunitarias. La peculiar escena refleja la cercanía y sencillez de estas elecciones, donde los habitantes votarán para elegir a sus delegados de alcaldía, un modelo de representación local que busca conectar las necesidades de estas comunidades rurales con el ayuntamiento central. Bajo el artículo 9 del Reglamento municipal de Participación Ciudadana, estos comicios permiten a los 4.561 votantes rurales de Jerez expresar su voluntad política de manera directa.
La singularidad de la votación se amplifica por las historias de cada barriada, desde los núcleos surgidos de la colonización agraria del franquismo hasta los más recientes asentamientos. En El Portal, María Mairena Toro, una joven socialista de 21 años, compite por el liderazgo local, encarnando la mezcla de tradición y renovación que caracteriza estas elecciones. Cada barrio maneja su realidad compleja, luchando por autonomía y representación efectiva. El esfuerzo por retener a las nuevas generaciones y regularizar terrenos sigue siendo un reto constante, mientras el resto de servicios sigue siendo gestionado por el Ayuntamiento de Jerez en un intento por equilibrar recursos. La votación es más que un acto político; es una reafirmación de la identidad y aspiraciones de estos pequeños y diversos núcleos poblacionales.
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