El pasado viernes, durante un acto de recogida de juguetes en la Sala Este de la Casa Blanca, la primera dama de Estados Unidos, Jill Biden, fue corregida por un grupo de niños después de desearles «felices fiestas», evitando mencionar la palabra «Navidad». Al parecer, los niños respondieron inmediatamente con un enérgico «¡Feliz Navidad!», lo que llevó a Biden a repetir el saludo tradicional. El evento, organizado por el Cuerpo de Marines de EE. UU. como parte de su campaña anual «Marine Toys for Tots», busca recolectar regalos navideños para niños de familias con bajos ingresos. Esta escena se produce poco después de que Donald Trump ganara las elecciones a Kamala Harris, la vicepresidenta saliente, reflejando un cambio de rumbo en el ámbito político estadounidense.
La derrota electoral de Kamala Harris ha desatado un profundo debate dentro del Partido Demócrata sobre las políticas progresistas y el impacto de la ideología «woke». Según un análisis del «The New York Times», esta agenda alcanzó su punto culminante después de la muerte de George Floyd en 2020, pero su peso en la reciente campaña política ha empezado a declinar. Encuestas realizadas por Blueprint han revelado que una mayoría significativa de votantes indecisos, que finalmente apoyaron a Trump, perciben al partido demócrata como excesivamente enfocado en la política de identidad y critican propuestas como la desfinanciación de la policía y la despenalización de fronteras. Ante este panorama, los demócratas más moderados están reconsiderando su enfoque, argumentando que las estrategias culturales y económicas de izquierda podrían haber alienado a una base significativa de votantes conservadores socialmente, dejando al partido en una encrucijada en cuanto a su futura dirección.
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