La reciente intensificación del conflicto en la Franja de Gaza ha cobrado un nuevo tributo humanitario y político, tras el asesinato de Yahia Sinwar, líder de Hamás, por parte de Israel. En el cuarto día desde el acontecimiento, el balance del último bombardeo asciende a 87 muertos y desaparecidos, en una demostración del endurecimiento de la ofensiva israelí tanto en Gaza como en Líbano. Según Tor Wennesland, enviado de la ONU para el proceso de paz en Oriente Próximo, “la pesadilla en Gaza se intensifica” con “escenas horribles”, mientras el Gobierno israelí, al mando del primer ministro Benjamín Netanyahu, continúa sus operaciones militares. A pesar de que el fin de Sinwar parecía abrir una posible vía para un alto el fuego, la realidad del conflicto ha demostrado ser más compleja, con cifras aterradoras que superan los 42.500 muertos y casi 100.000 heridos en el último año, predominando entre las víctimas mujeres y menores.
La crisis humanitaria empeora, con apenas acceso a ayuda esencial y un incremento en el número de desplazados, estimado en más de medio millón de personas debido a las evacuaciones forzosas orquestadas por Israel. Naciones Unidas denuncia la insuficiencia de las actuales rutas de ayuda, insistiendo en la apertura de corredores terrestres accesibles. Las autoridades israelíes continúan desestimando la cifra de víctimas del bombardeo de Beit Lahia y mantienen su campaña militar que también tiene como objetivo los hospitales del norte de Gaza, donde unos 350 pacientes, incluidas mujeres embarazadas, permanecen atrapados. En medio de este panorama desalentador, el foro de familias de los rehenes en Gaza presiona para priorizar el alto el fuego sobre las operaciones militares, aunque el Gobierno israelí anunció un lanzamiento de paquetes de ayuda sobre Jan Yunis, como un esfuerzo paliativo que contrasta con el verdadero alcance de la emergencia en la región.
Leer noticia completa en El Pais.