La región de Oriente Próximo vive un prolongado conflicto armado desde hace 13 meses, causando decenas de miles de muertes. La reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha acaparado la atención mundial debido a su potencial impacto en esta situación. Durante el conflicto, las diferencias entre Israel y la administración del presidente Joe Biden se han manifestado, aunque nunca se rompió la colaboración entre ambos países. El cambio en el liderazgo estadounidense ha sido bien recibido por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien considera que el regreso de Trump podría apoyar sus objetivos bélicos y oponerse a una tregua. La administración entrante en Washington tiene el desafío de ver si podrá influir en el conflicto, en el que el grupo chií Hezbolá continúa lanzando ataques desde Líbano e Israel mantiene su ofensiva en Gaza.
El Gobierno israelí ha expresado con prontitud sus felicitaciones al nuevo presidente electo, resaltando la importancia de fortalecer la alianza entre ambos países. En el ámbito político, el saludo a Trump por parte de figuras israelíes ultranacionalistas subraya su expectativa de un apoyo incondicional para mantener su postura firme en el conflicto. Por su parte, Hamás ha emitido respuestas cautelosas, esperando que el nuevo liderazgo pueda lograr un cese de hostilidades. Mientras tanto, Irán ha minimizado el impacto del cambio en la Casa Blanca, manteniendo su postura desafiante hacia Israel. La administración de Trump, durante su primer mandato, ya había implementado políticas pro-israelíes, como el reconocimiento de Jerusalén como capital y los Altos del Golán, actuaciones que añaden incertidumbre sobre su papel en el actual conflicto. El rumbo que tome la política estadounidense puede influir significativamente en la región en un período crítico de tensiones en aumento.
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