El alto el fuego en Gaza, que tomó más de un año de arduas negociaciones bajo la intensa mediación de Qatar y Egipto, entra en vigor a las 7.30 hora local. Este acuerdo, alcanzado justo antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, marca un alivio temporal en una región que ha sido devastada por 15 meses de conflicto. Sin embargo, la tregua ya ha encontrado escollos, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, amenazando con suspender su aplicación debido a discrepancias sobre la liberación de rehenes en un canje que también contempla la liberación de 1.900 presos palestinos. En medio de esta tensión, Trump mostró su apoyo al acuerdo, instando a que se respeten sus términos para evitar un retorno a la violencia, mientras Netanyahu intentaba apaciguar a las facciones más radicales de su gobierno enfatizando que el alto el fuego es temporal y que Israel se reserva el derecho de retomar las hostilidades si las negociaciones no prosperan.
Entretanto, en Tel Aviv, miles de personas se han manifestado para exigir el cumplimiento de las fases establecidas en el acuerdo, las cuales se extenderán a lo largo de seis semanas. Esta situación refleja las esperanzas y preocupaciones de quienes desean el retorno seguro de los rehenes hacia sus hogares. Por otro lado, dentro de Gaza, más de dos millones de personas esperan con desesperación la llegada de ayuda humanitaria a través del paso de Rafah, tras una guerra que ha devastado la infraestructura civil, causando escasez de alimentos y propagación de enfermedades. Las ciudades de la Franja, reducidas a escombros tras intensos bombardeos, pintan un sombrío panorama que recuerda a un cementerio, según lo describió Louise Wateridge, representante de la ONU en la región. A medida que el alto el fuego entra en vigor, la comunidad internacional observa con cautela los pasos futuros para estabilizar la región y reconstruir lo que la guerra ha destruido.
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