El reciente incremento de tensiones entre Estados Unidos y la Unión Europea, provocado por el anuncio de nuevos aranceles del 20% a productos europeos clave por parte de la administración estadounidense, ha sacudido los mercados financieros globales. Esta situación revive los recuerdos de las políticas proteccionistas de la era Trump e inmediatamente ha encontrado respuesta en Europa, donde la Comisión Europea ha propuesto tarifas del 10% y 25% sobre productos estadounidenses. El panorama se complica aún más con la posible imposición de impuestos a las grandes tecnológicas estadounidenses, lo que añade presión sobre un sector ya afectado.
El impacto de estas medidas no se ha dejado esperar. El índice S&P 500 ha experimentado una corrección del 21% desde máximos, sumando una caída del 16% en menos de dos semanas. Sin embargo, más allá de estos números, lo que realmente ha captado la atención es la escalada del índice VIX, conocido como el “índice del miedo”, que ha superado los 60 puntos. Este indicador, que mide la volatilidad implícita del S&P 500 a 30 días, rara vez supera los 40 puntos a menos que los mercados se encuentren en una fase crítica, y su nivel actual sugiere una expectativa de movimientos diarios significativos en el principal índice estadounidense, reflejando una incertidumbre extrema.
La historia ofrece precedentes preocupantes. Durante la crisis financiera de 2008 y al inicio de la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, el VIX alcanzó máximos de 89,53 y 82,69 puntos, respectivamente. En ambas ocasiones, estos picos de volatilidad señalaron el comienzo de fuertes correcciones en los mercados, aunque también marcaron momentos de reconfiguración estratégica para los inversores a largo plazo.
En paralelo, las rentabilidades implícitas han repuntado al 5,4%, mientras que el bono estadounidense a 10 años ha superado el 4,2%. A pesar de que estas cifras puedan mejorar las primas de riesgo, aún no devuelven a la renta variable a niveles históricamente atractivos, vistos en mínimos como los de marzo de 2020. Además, crece la preocupación sobre el crecimiento futuro de los beneficios empresariales, afectados por el deterioro del comercio global y el aumento de costes operativos como consecuencia de las nuevas tarifas.
Este ambiente de incertidumbre ha llevado a muchos inversores a adoptar estrategias más defensivas, con un notable traslado hacia activos refugio como el bono estadounidense, el oro y el franco suizo. La alta negociación y la retirada de posiciones institucionales reflejan no solo ventas técnicas, sino una pérdida de confianza más amplia, que ha deteriorado la liquidez y ampliado los spreads entre precios de compra y venta.
No obstante, hay lecciones que podemos aprender del pasado. Aunque los niveles extremos del VIX difícilmente se sostienen por mucho tiempo, el proceso de moderación suele depender de la gravedad de las condiciones subyacentes. Los operadores están en una fase esencial de recalibración, evaluando cómo los nuevos aranceles podrían afectar a la actividad económica global y si las tecnológicas, fundamentales en años recientes, se convertirán en víctimas colaterales de estas tensiones comerciales.
La situación actual en los mercados financieros es un claro recordatorio de que, mientras que el pánico puede ser un adversario formidable, también puede proporcionar oportunidades significativas. En tiempos de agitación, aquellos inversores que logran mantener la calma y mirar más allá del alboroto inmediato pueden encontrar perspectivas fructíferas en el horizonte económico. Como demuestra la historia, el miedo no solo puede ser un mal consejero, sino también una invitación a explorar oportunidades más allá del ruido inmediato.