En las arenas de las playas de Tecolutla, Veracruz, Myra Landau encontró un refugio y una nueva inspiración artística. A pesar de haber huido de Rumanía a los 15 años debido a la persecución nazi, de emigrar a Brasil y luego a México por amor, y de sufrir la pérdida de su hijo y de parte de su obra, Landau halló en la naturaleza del golfo de México un impulso renovador para su carrera. En la década de 1960, se sumergió en el arte abstracto, siguiendo la línea estética que le sugerían las arenas y la vegetación local. Pilar García, curadora de la exposición retrospectiva en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), subraya la importancia de rescatar la figura de Landau, una artista que fue relegada por las narrativas patriarcales habituales en la historiografía del arte.
La retrospectiva en el MUAC, que se extiende hasta febrero, reúne unas 200 piezas de Landau y se enfoca en su «geometría sensible», un estilo que combina formas geométricas con una carga emocional visible y una técnica a mano alzada. La exposición destaca su obra más icónica, «Ritmo No.7» (1970), que armoniza líneas y colores pastel con recortes de periódicos de la época. A pesar de haber sido una figura contemporánea significativa, el traslado de Landau a Veracruz en los años setenta y su alejamiento del centro cultural de Ciudad de México contribuyeron a su olvido. La muestra busca devolver la visibilidad a una creadora que rompió moldes y ofrecer un marco para reconsiderar el papel de las mujeres en el arte, como destacó García: una oportunidad para revisar su legado y desafiar una historiografía que a menudo ha soslayado la contribución femenina.
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