En medio de la intensificación de la guerra comercial orquestada por el presidente Donald Trump, el discurso crítico del magnate Elon Musk ha capturado la atención de la opinión pública y desafiado la narrativa oficial. A pesar de no formar parte del gobierno, Musk ha levantado su voz contra los nuevos aranceles, tras experimentar una significativa pérdida de valor en las acciones de Tesla. Musk aboga por la creación de una zona de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, sugiriendo que la retirada de barreras arancelarias favorecería a ambas economías. Su postura, respaldada por sus declaraciones en la red social X y en una conferencia con la Liga italiana, busca galvanizar a opositores y orientar la política comercial hacia un modelo de libre mercado. Mientras tanto, una fracción del Partido Republicano en el Senado, con figuras como Ted Cruz y Mitch McConnell, también ha mostrado resistencia a las medidas proteccionistas de Trump, preocupados por el impacto económico negativo en sus estados.
La agenda arancelaria de Trump, concebida como parte de su estrategia para reforzar la economía, enfrenta un creciente escrutinio en el Congreso. Legisladores como Susan Collins y Chuck Grassley han propuesto legislación para limitar el poder del presidente en materia de aranceles, preocupados por la posible repercusión en agricultores y otros sectores vulnerables. Grassley fomenta una ley que dé más control al Congreso sobre las decisiones arancelarias, destacando el riesgo que estos gravámenes suponen para industrias claves. La situación se complica aún más con revelaciones de errores en los cálculos arancelarios del gobierno, que podrían llevar a tarifas infladas, exacerbando la tensión económica. Con cada movimiento en Washington y respuestas del sector privado, el debate sobre la viabilidad y el futuro de la política arancelaria avanza hacia la primera línea del discurso nacional, subrayando divisiones internas en la Administración y el Partido Republicano.
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