Decenas de miles de personas se han congregado en Budapest para desafiar las políticas del Gobierno de Viktor Orbán, que prohibió la marcha celebrada por el Día Internacional del Orgullo. A pesar de la prohibición, el evento atrajo a más de 100,000 participantes según los organizadores. La manifestación, cuyo lema fue «La libertad y el amor no pueden ser prohibidos», se desarrolla en su 30 aniversario y podría ser el más multitudinario en la historia de Hungría. Las autoridades autorizaron concentraciones de extrema derecha, generando un tenso ambiente en la ciudad, pero los cánticos de los asistentes superaron las voces de los extremistas. La marcha, que finalmente evitó el puente de la Libertad, recibió apoyo de figuras políticas internacionales, como Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno español.
El evento se ha convertido en un símbolo de la lucha por los derechos LGTBIQ+ y un desafío directo a las leyes anti-LGTBIQ+ del gobierno húngaro, que siguen el modelo de Rusia. A pesar de las tensiones, la marcha continuó con éxito, aunque con momentos de confrontación que fueron controlados por la policía. Viktor Orbán, enfrentado a elecciones y posible desgaste político, enfrenta una creciente oposición tanto interna como internacional ante estas políticas restrictivas. La directora del Orgullo, Viktória Radványi, advirtió sobre la expansión de leyes similares en Europa y destacó la necesidad de unidad para evitar la erosión de derechos fundamentales en la región.
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