Miles de personas tomaron las calles de Damasco y Homs para celebrar el fin de una era de terror que por décadas mantuvo a Siria bajo el control de una dinastía autoritaria. Los ciudadanos, en una espontánea demostración de júbilo, se desplazaron tanto en vehículos como a pie, ondeando banderas y cantando cánticos de victoria y esperanza para el futuro del país. La caída de la dinastía representa un punto de inflexión crucial en la política siria, prometiendo un panorama más democrático y menos represivo tras años de conflicto y opresión.
En la emblemática Plaza de los Omeyas en Damasco, se vivió una jornada de fiesta con familias, jóvenes y ancianos compartiendo abrazos y lágrimas de alegría. En Homs, las celebraciones fueron similares, reflejando un renovado espíritu de unidad nacional. A medida que la noche avanzaba, los fuegos artificiales iluminaron el cielo, simbolizando el anhelo de un nuevo amanecer para Siria. Este evento marca el inicio de un periodo de transición política en el que se esperan cambios significativos, impulsados por la exigencia de la población de un gobierno más justo y participativo.
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