El 30 de agosto, las naves italianas de la flotilla humanitaria partieron de Génova hacia Gaza, respaldadas por una bendición del arzobispo Marco Tasca y un fuerte apoyo cívico. Toda la ciudad, desde la alcaldesa hasta sindicatos portuarios, se unieron a esta causa, reuniendo 300 toneladas de víveres para la misión. El Colectivo Autónomo de Trabajadores Portuarios advirtió sobre un bloqueo europeo si se pierde contacto con las embarcaciones, subrayando la tensión y el compromiso en Italia, donde un 72% de la población apoya la expedición, incluyendo votantes del gobierno de Giorgia Meloni. La movilización se intensifica anticipando un posible enfrentamiento con el ejército israelí, desatando una serie de protestas y huelgas en todo el país.
Mientras el principal sindicato italiano, CGIL, amenaza con una huelga general ante cualquier incidente, se preparan más movilizaciones, incluidas grandes manifestaciones y actos de apoyo en hospitales. Sin embargo, las acciones han generado conflictos legales, ya que muchos paros no cumplen con los criterios permitidos por la ley italiana. La tensión política crece, con el presidente Sergio Mattarella pidiendo prudencia y Meloni criticando a los expedicionarios. Italia ha enviado una fragata para brindar auxilio, marcando su postura diplomática, mientras el ministro de Exteriores, Antonio Tajani, solicita a Israel evitar la violencia, aunque Israel reafirma su intención de mantener el bloqueo naval.
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