Moratalaz ha vuelto a abrazar una de sus piezas más queridas: el emblemático conjunto escultórico ‘El Encuentro’. La obra, una réplica en bronce de la original, se presentó este martes luego de haber sido retirada de la vía pública debido a daños por actos vandálicos que la hicieron irreconocible. La nueva escultura lleva la firma de Salvador Amaya, quien ha replicado con fidelidad la creación de su padre, Marino Amaya. Este último fue el creador de la pieza original a mediados de los años sesenta, una época en la que el barrio, como muchos otros en Madrid, comenzaba a escribir su historia contemporánea.
La inauguración contó con la presencia de Nacho Pezuela, concejal del distrito de Moratalaz, quien destacó la importancia emocional y simbólica de la obra para los residentes. «Es un símbolo que forma parte de nuestra memoria colectiva», señaló Pezuela, reconociendo el eco sentimental que ‘El Encuentro’ despierta entre los vecinos, evocando recuerdos y vivencias ancladas en la historia del distrito.
La figura escultórica, que representa a una madre e hijo con los brazos abiertos en un gesto previo al abrazo, vuelve a ocupar su lugar en la plaza del Encuentro. Esta localización, anteriormente conocida como plaza de Pablo Garnica, fue rebautizada en honor a la obra de Marino Amaya, un gesto que subraya la profunda conexión de la obra con el espacio público y comunitario de Moratalaz.
Salvador Amaya, fiel al legado de su padre, ha mantenido la esencia del racionalismo escultórico característico de Marino, rescatando las líneas sencillas y limpias de la obra original. Esta reelaboración cumple con el acuerdo aprobado unánimemente por el Pleno de Moratalaz en abril de 2024, materializando el deseo largamente expresado por los vecinos del distrito por ver restaurado uno de sus íconos más queridos.
La reinstalación de ‘El Encuentro’ no solo representa una victoria para la comunidad local, sino que también revitaliza un espacio simbólico, proporcionando un lugar donde los recuerdos personales de generaciones pasadas se entrelazan con las vivencias de las generaciones actuales. Así, Moratalaz celebra no solo el retorno de una obra física, sino el regreso de un fragmento vital de su alma comunitaria.