El maestro de la Puebla, conocido por su destreza y carisma en la tauromaquia, regresó a los ruedos tras 210 días de ausencia, generando gran expectativa entre los aficionados. La plaza estaba completamente llena, con el cartel de «no hay billetes» colgado en las taquillas, lo que refleja el fervor y la anticipación por ver nuevamente a esta leyenda en acción. La tarde comenzó con un ambiente de celebración y entrega, ya que la estrella demostró desde el primer momento por qué es uno de los toreros más admirados en el circuito, ejecutando faenas de gran técnica y elegancia que arrancaron aplausos entusiastas y ovaciones de pie del público. Sin embargo, la euforia inicial fue pronto empañada por una serie de errores inesperados que cambiaron el curso del evento.
A pesar de un inicio prometedor, una serie de fallos en la ejecución de las suertes y la falta de suerte en el uso del estoque provocaron que la atmósfera se tornara tensa. La decepción se apoderó de la plaza cuando las cosas no salieron como se esperaba, y una bronca se desató entre algunos sectores del público, que no dudaron en expresar su descontento ante lo que consideraban un desempeño por debajo de las expectativas. Este contraste entre el frenesí inicial y la frustración final dejó una tarde marcada por emociones contrapuestas, recordando que el toreo, como la vida misma, está lleno de giros inesperados y que la línea entre la gloria y el fracaso puede ser muy delgada.
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