Miguel Ríos García se convirtió en el epicentro de un inusual y tenso enfrentamiento con el Ejército Mexicano en Nuevo Laredo, Tamaulipas, tras recibir una llamada de auxilio de su hijo, interrumpida abruptamente mientras este estaba en su negocio de reparación de celulares. Al descubrir que soldados estaban involucrados en el atraco, Ríos usó las redes sociales para recibir información sobre el paradero de los vehículos militares, lo que movilizó a miles de ciudadanos en una transmisión en vivo que acumuló más de 20,000 espectadores. Guiados por las denuncias de extorsión y hartazgo, los pobladores de la ciudad, conocida por su proximidad a la frontera con Estados Unidos, acorralaron el convoy militar, obligando a los soldados a descender y negociar.
Durante la transmisión, Ríos relató cómo esta era una de las varias ocasiones en que había sido víctima de robos por parte de militares, narración que resonó con muchas familias afectadas por situaciones similares. Aunque un comandante prometió devolver el dinero robado a Ríos, la situación se complicó con amenazas para que borrara los videos. Finalmente, tras una negociación, Ríos llegó a un acuerdo con las autoridades, sin presentar denuncia formal. Sin embargo, la situación reveló un patrón de presuntos abusos que involucró a múltiples elementos de la Sedena y cuerpos de seguridad, generando un eco de solidaridad y demanda de justicia entre la comunidad, que aún lidia con hechos de allanamiento y robo por parte de uniformados, según recientes publicaciones de Ríos.
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