El encuentro entre los presidentes de Argentina y Brasil, Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva, respectivamente, en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro estuvo marcado por tensiones ideológicas. Milei, conocido por su postura libertaria, llevó a la reunión una serie de desacuerdos con las políticas promovidas por Lula, quien abogaba por un pacto global para combatir el hambre y la pobreza a través de una Alianza contra el Hambre. Aunque Milei inicialmente mostró reticencias a sumarse a la iniciativa brasileña, finalmente acordó apoyar la declaración final del encuentro, aunque detalló sus discrepancias, en particular con la Agenda 2030 de la ONU. La reunión, aunque prevista con alta expectativa, dejó patente el abismo que separa las visiones de los mandatarios, especialmente en cuestiones de intervención estatal y gobernanza global.
Lula enfatizó en la cumbre la necesidad de cambios estructurales y políticas que aborden problemas de pobreza y hambre, argumentando que estos males son consecuencia de decisiones políticas que perpetúan la exclusión. Milei, por su parte, sostuvo su enfoque de reducir el rol del Estado y desregular la economía para fomentar la prosperidad. Este desacuerdo ideológico fue evidente también en la reciente política exterior de Argentina, con Milei optando por alinearse más estrechamente con Donald Trump, lo que se percibe como un mensaje de apoyo a la futura administración estadounidense. Después de una serie de ajustes en Argentina, el gobierno de Milei se presenta en foros internacionales como un opositor a la intervención estatal y regulaciones, complicando la unidad en decisiones globales como las discutidas en el G-20.
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