Javier Milei, el presidente ultraderechista de Argentina, ha sufrido un revés significativo tras su inesperada derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires, un bastión peronista. La diferencia de casi 14 puntos a favor del kirchnerismo ha dejado al descubierto las debilidades de su administración y plantea un desafío crucial de cara a las elecciones legislativas nacionales en octubre. El respaldo popular que Milei disfrutaba se ha evaporado, evidenciando su vulnerabilidad política y la necesidad urgente de reformular su estrategia gubernamental para evitar una nueva debacle electoral. La derrota no solo reavivó al peronismo, liderado por el gobernador Axel Kicillof, sino que pone en duda la idea de Milei como un líder invulnerable, dejando a su partido, La Libertad Avanza, ante un incierto panorama político.
La derrota ha sido un golpe tanto al liderazgo de Milei como a su círculo íntimo, salpicado por acusaciones de corrupción y una gestión cuestionada. Las tensiones internas dentro de su administración se han intensificado, especialmente con la agrupación juvenil Las Fuerzas del Cielo, que está criticando públicamente la influencia de personajes asociados con la «casta» que Milei prometió erradicar. La escasez de dirigentes experimentados se ha vuelto evidente a medida que las políticas económicas, como el intento de mantener el superávit fiscal en medio de una crisis económica, enfrentan resistencia de gobernadores y legisladores. Con la campaña electoral en manos de figuras controversiales, la falta de conexión con aliados y una base insatisfecha complican aún más la situación. Milei se encuentra así en un dilema: reformar rápidamente su equipo y estrategia, o enfrentar el peligro de una pérdida de apoyo que podría ser irreversible.
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