En medio de la devastación provocada por la DANA que azotó la provincia de Valencia, Yolanda García, pediatra de 39 años, se encontró atrapada en una serie de eventos que trasformaron su tranquila tarde en una auténtica pesadilla. Yolanda, ajena a las advertencias meteorológicas, se dirigía a Alfafar para hacer compras cuando fue sorprendida por un tráfico sorprendentemente denso en la V-31. Sin embargo, el extraño sonido de alerta en su teléfono móvil fue la primera señal de que algo alarmante estaba sucediendo. La notificación de Protección Civil advertía evitar cualquier desplazamiento debido a las fuertes lluvias que se avecinaban. Desconcertada y sin muchas opciones, Yolanda intentó regresar a casa, solo para encontrarse con un panorama aún más peligroso al adentrarse en el casco urbano de Alfafar. El caos y la falta de información prevalecían; la ciudad estaba sumida en una oscuridad parcial mientras vecinos deambulaban con sus teléfonos en busca de respuestas.
La situación empeoró cuando el barranco del Poyo se desbordó, dejando a Yolanda atrapada en una calle inundada. Un residente local, actuando como su salvador, la invitó a refugiarse en su hogar. Durante esa noche, Yolanda, privada de luz y agua, solo pudo comunicarse esporádicamente con sus seres queridos, asegurándoles que estaba a salvo mientras su coche se desvanecía en el cuerpo de agua. Al amanecer, se enfrentó a unos paisajes desoladores comparables a una escena apocalíptica: autos amontonados y las vías del tren irremediablemente dañadas. Decidió regresar a pie a Valencia, pasando primero por la casa de su tía solo para descubrir un escenario igualmente devastador. La vuelta a la ciudad se convertía en un trayecto surrealista, acompañada por muchos otros afectados que, como ella, compartían la incredulidad ante la magnitud del desastre natural.
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