En el actual panorama mediático, la prensa oficialista enfrenta críticas por su seguidismo acrítico hacia las autoridades, lo que ha generado desconfianza entre ciertos sectores de la sociedad. Esta tendencia a no cuestionar las acciones gubernamentales se percibe como una falta de independencia y un perjuicio a la función esencial de los medios de comunicación como vigilantes del poder. Sin embargo, esta crítica no solo se dirige a los medios alineados con el gobierno, sino que también se extiende a aquellos que, desde la oposición, demandan una cobertura igualmente parcializada pero a su favor.
Este doble rasero de expectativas en el ámbito comunicativo refleja un contexto donde se penaliza la ausencia de crítica hacia una parte, mientras se espera la misma sumisión del otro lado. La situación evidencia una polarización creciente en la cobertura mediática, donde la objetividad y el equilibrio informativo se ven comprometidos. Este fenómeno plantea interrogantes sobre el papel de los medios en la democracia y la responsabilidad que tienen de ofrecer información veraz y equilibrada, más allá de las divisiones partidistas que intentan imponer un relato único.
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