En los últimos años, el aumento en los retrasos para la dispensación de medicamentos en las farmacias y hospitales ha llevado a muchos usuarios a buscar alternativas fuera del sistema sanitario convencional. Este fenómeno, impulsado en parte por el miedo a sentirse juzgados por el personal sanitario y el estigma asociado a ciertas condiciones médicas, está promoviendo la compra de medicamentos a través de canales irregulares. Estas rutas, a menudo carentes de garantías de seguridad y calidad, representan un riesgo elevado para la salud de los consumidores, quienes se ven obligados a asumir estas prácticas por la necesidad urgente de acceder a sus tratamientos.
El estigma en torno a ciertas enfermedades y la percepción de juicio por parte de profesionales de la salud son elementos que refuerzan esta tendencia. Los pacientes, ya vulnerables por sus condiciones de salud, se enfrentan a barreras psicológicas y emocionales que dificultan el acceso a tratamientos seguros y efectivos. La situación plantea un desafío significativo para el sistema de salud, que debe abordar no solo la mejora en la eficiencia de la dispensación de medicamentos, sino también trabajar en la construcción de un entorno más comprensivo y no estigmatizante para los usuarios de sus servicios.
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