Río de Janeiro enfrenta una de las peores jornadas de violencia debido a una operación policial contra el Comando Vermelho, el segundo grupo criminal más poderoso de Brasil. La intervención, que ha resultado en al menos 60 muertes, entre ellas las de cuatro agentes, y unas 80 detenciones, busca frenar la expansión territorial del grupo. El operativo, considerado el más letal en la historia de la ciudad, ha movilizado a 2,500 policías y se ha enfocado en las favelas de Complexo da Penha y Complexo do Alemão, zonas estratégicas para el tráfico de drogas y armas. El gobernador del estado, Claudio Castro, ha manifestado su descontento por la falta de apoyo federal y ha solicitado ayuda a las Fuerzas Armadas.
La operación ha generado un caos significativo en Río, con intensos tiroteos y despliegue de tácticas innovadoras por parte del Comando Vermelho, como el uso de drones para lanzar granadas. Esto ha forzado el cierre de avenidas cruciales y la interrupción de servicios de transporte y educación. El secretario de Seguridad Pública, Victor Santos, ha subrayado que, a pesar del impacto en la comunidad, la acción es necesaria y continuará. Mientras tanto, la ciudad se enfrenta a una guerra latente, donde los ciudadanos, especialmente los más vulnerables, se encuentran atrapados entre facciones criminales y las fuerzas del orden, en un entorno donde el crimen organizado dicta su propia ley.
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