Cinco años después de que el Reino Unido implementara el Brexit, el activista conocido como Mr Stop Brexit, Steve Bray, parece recibir el favor de la historia. Una encuesta reciente de YouGov revela que el 55% de los británicos considera ahora que salir de la Unión Europea fue un error, y solo el 11% ve el proceso como un éxito. El impacto del Brexit se manifiesta en un desgaste palpable tanto político como económico y social, aunque la City de Londres ha resistido relativamente bien. En el ámbito político, el país ha experimentado un giro hacia el extremismo de derecha, con Nigel Farage emergiendo como una figura prominente y el Partido Conservador en una aparente caída libre. La economía del Reino Unido se ha visto afectada, con un PIB que se estima ha disminuido en un 4%, y las limitaciones de inmigración europea han conllevado a un aumento de inmigrantes de otras regiones.
El actual primer ministro, el laborista Keir Starmer, ha expresado su deseo de «resetear» las relaciones con la UE, en un intento por recuperar parte de la fluidez que existía antes del Brexit que ha dejado a muchos jóvenes británicos, críticos de la separación, con el sentimiento de un futuro comprometido. Sin embargo, la reticencia a abordar temas de inmigración con Europa, considerada una trampa política, limita las posibilidades de una renegociación completa que podría ser beneficiosa para ambas partes. En el contexto actual de populismo, las propuestas pragmáticas de restablecer relaciones comerciales fluidas, similares a las que tiene Suiza con la UE, están manchadas por la política interna del Reino Unido. En un momento tan convulso, la necesidad de una política clara que tenga en cuenta el futuro de las generaciones jóvenes es crucial para evitar que el país siga lastrando el efecto negativo del referéndum de 2016.
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