Bethpage se transforma en una fortaleza para la llegada del presidente Donald Trump a la Ryder Cup, el prestigioso torneo de golf que enfrenta a América y Europa. Las autoridades han implementado medidas de seguridad sin precedentes en los 98 años del evento, como puntos de control al estilo TSA, similares a los de los aeropuertos, para examinar a fondo a los espectadores. Los aficionados deben atravesar rigurosos filtros para acceder a las áreas cercanas al presidente, y aquellos que deseen reingresar deberán someterse nuevamente a controles. Además, restricciones estrictas han sido impuestas sobre los objetos permitidos para ingresar al campo, desde dispositivos de vapeo hasta paraguas grandes, en un esfuerzo por garantizar la seguridad.
La esperada asistencia de 50,000 personas, cada una pagando al menos 750 dólares por una sola jornada, se verá afectada por estas medidas extremas. Las autoridades se preparan meticulosamente ante la posibilidad de incidentes, especialmente tras el reciente atentado contra Charlie Kirk y la tensa participación de Trump en la Asamblea General de la ONU. Ante un evento que ocupa un gran espacio abierto de 6.8 kilómetros de longitud, garantizar la seguridad ha requerido la intervención de drones, helicópteros, y unidades especializadas en amenazas químicas, biológicas y radiológicas. El mayor Stephen Udice, de la Policía del Estado de Nueva York, ha señalado la planificación minuciosa para enfrentar posibles amenazas, asegurando que la seguridad durante el evento será más robusta que nunca.
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