En un acto de violencia que ha conmocionado a la comunidad internacional, Rusia lanzó un ataque con bombas de racimo en el centro de Sumy, Ucrania, durante la celebración del Domingo de Ramos. Este ataque ha resultado en la muerte de más de 34 personas, incluidos dos niños, según los informes preliminares. Las bombas de racimo, conocidas por su capacidad para liberar múltiples explosivos sobre un área extensa, causaron una devastación considerable en una ciudad que se preparaba para conmemorar una festividad religiosa. Este tipo de armamento, prohibido por la Convención sobre Municiones de Racimo, ha vuelto a suscitar críticas sobre la política de ataques indiscriminados en zonas civiles por parte de las fuerzas rusas.
Los líderes mundiales han condenado rápidamente el ataque, describiéndolo como una violación flagrante del derecho internacional humanitario. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, declaró que el incidente es una evidencia más de los crímenes de guerra cometidos por Rusia en su continua agresión en territorio ucraniano. La tragedia ha generado una ola de solidaridad global con Ucrania, mientras se reforzaron los llamados a intensificar las sanciones contra Moscú y aumentar el apoyo militar a Kiev. En el contexto de estas tensiones, las imágenes de la destrucción y el dolor en Sumy han vuelto a poner de relieve el impacto devastador del conflicto en la población civil, que sigue siendo víctima de un conflicto sin fin aparente.
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