El reciente incendio en el centro de datos gubernamental de Corea del Sur ha dejado al descubierto una seria falencia en la gestión de infraestructura digital, borrando para siempre archivos de 750.000 funcionarios. Este incidente subraya que no todo lo que se llama «nube» lo es realmente, provocando una pérdida masiva de datos debido a la falta de redundancia geográfica y copias de seguridad externas en la infraestructura del National Information Resources Service (NIRS) ubicado en Daejeon.
David Carrero, cofundador de Stackscale, empresa especializada en infraestructura cloud privado, destaca que «lo ocurrido no es un problema de cloud, sino de diseño». Explica que una verdadera nube debe contar con redundancia geográfica, réplicas automatizadas y un plan robusto de recuperación ante desastres. Según Carrero, si un desastre local puede borrar servicios críticos, lo que se ha construido es un punto único de fallo.
El caso coreano evidenció fallos graves: un almacenamiento monolítico sin réplicas externas y una dependencia total de una única localización, resultando en una pérdida irreparable de datos y horas de productividad.
Ante estos riesgos, la tradicional estrategia de copias de seguridad 3-2-1, ha evolucionado a 3-2-1-1-0. Esta nueva metodología añade una capa de protección crítica que incluye una copia offline y pruebas regulares para verificar la ausencia de errores. Las amenazas como el ransomware exigen esta renovación constante para evitar que los ataques comprometan tanto los datos de producción como las copias de seguridad conectadas a la red.
Las arquitecturas activo-activo emergen como una solución efectiva, repartiendo carga entre centros de datos geográficamente separados, un método que asegura acceso continuo a la información incluso ante desastres. Dichas configuraciones, complementadas con backups inmutables fuera de la red principal, crean un escudo contra la pérdida de datos.
Para facilitar este enfoque, tecnologías como Proxmox Backup Server ofrecen opciones open source robustas, permitiendo a organizaciones de cualquier tamaño implementar estrategias resilientes sin los altos costos de licencias propietarias.
Una guía para prevenir desastres similares al de Daejeon incluye el establecimiento de múltiples ubicaciones para producción, copias de seguridad en terceros lugares, restauraciones probadas periódicamente, monitoreo de anomalías y cumplimiento normativo estandarizado.
En última instancia, la lección de esta catástrofe es clara: la resiliencia digital no se logra con promesas publicitarias, sino con la aplicación disciplinada de ingeniería. La redundancia geográfica, las copias externas inmutables y las pruebas de recuperación constituyen los verdaderos cimientos de una infraestructura capaz de soportar desastres. Como concluye Carrero, «No es glamour, es disciplina».
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