José María Ruiz-Mateos, conocido por su peculiar estilo de vida y sus extravagantes apariciones públicas, se convirtió en una figura emblemática tras la expropiación de su conglomerado, Rumasa, en 1983. Con su característico vestuario, que incluía disfraces de Supermán y emperador, Ruiz-Mateos no solo luchó en los tribunales, sino que también montó un espectáculo mediático que capturó la atención del público. En la última emisión del programa Anatomía de…, dirigido por Mamen Mendizábal, se exploraron sus estrategias poco ortodoxas, destacando cómo buscaba acaparar titulares y convertirse en el centro de atención, a menudo a través de confrontaciones dramáticas con figuras del gobierno, como el ministro de Economía de la época, Miguel Boyer.
A pesar de su imagen de outsider y su retórica contra el sistema capitalista, que lo hizo popular entre ciertos sectores de la sociedad, críticos y colaboradores lo retratan como un personaje complejo. Aunque su abogado y una periodista que lo siguió de cerca reconocen que supo aprovechar una estética de perdedor, Mendizábal advierte que detrás de la fachada había mucho más que un héroe o un Robin Hood. La dualidad de Ruiz-Mateos refleja la tensión entre la imagen pública y las realidades complicadas de su vida, desafiando la percepción simplista que algunos podrían tener sobre su figura.
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