La reciente polémica suscitada por la escala del barco danés Maersk Denver en Tánger ha vuelto a poner en evidencia las complejas relaciones entre Marruecos, Israel y Estados Unidos. El buque, señalado por activistas propalestinos como portador de armas destinadas al ejército israelí, fue rechazado por el puerto de Algeciras en España como parte de su compromiso de no facilitar el tránsito de material militar hacia Israel. Sin embargo, el puerto de Tánger, bajo el gobierno marroquí, permitió su estancia, desatando numerosas críticas y manifestaciones por parte del movimiento BDS y otras organizaciones que ven en esta acción una aprobación tácita del conflicto en Gaza. Marruecos, con su decisión, destacó la divergencia en su política exterior respecto a la tomada por el gobierno español, que pretende alejarse de cualquier implicación con acciones de carácter bélico en la región.
Con relación a los lazos entre Marruecos e Israel, estos han sido renovados tras la reactivación de la oficina de enlace de Rabat con Tel Aviv, cerrada previamente por conflictos armados. Pese a las tensiones políticas y sociales, Marruecos ha continuado manteniendo una relación bilateral con Israel que ha incluido actividades económicas y diplomáticas. Este acercamiento, no obstante, ha sido motivo de discordia interna, especialmente entre los marroquíes que simpatizan con la causa palestina. A pesar de los roces, Rabat se ha vuelto a acercar a Israel, reavivando las polémicas debido a disputas históricas sobre la denominación del Sáhara Occidental—aún considerado un territorio en disputa por la comunidad internacional y señalado en los mapas oficiales israelíes, en ocasiones, de manera contradictoria a los intereses de Marruecos. Estas maniobras diplomáticas, que implican a varias naciones y una gran presión social interna, reflejan la intrincada posición marroquí en la política internacional contemporánea.
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