En las postrimerías de su presidencia en enero de 2021, Donald Trump fue distinguido con la Orden de Mahoma por el rey Mohamed VI de Marruecos, en reconocimiento a sus esfuerzos por normalizar las relaciones marroquí-israelíes. Este galardón llegó pocos días después del asalto al Capitolio y representó un agradecimiento por parte de Marruecos al presidente saliente, cuyo mandato incluyó el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Esta controvertida decisión ha marcado la política internacional en torno a la región, sirviendo de precedente para los recientes movimientos diplomáticos de líderes globales como Pedro Sánchez y Emmanuel Macron.
Con la inesperada vuelta de Trump al poder, Marruecos celebra su triunfo electoral como un aval de las estrechas relaciones bilaterales, esperando avanzar en sus intereses territoriales en el Sáhara. A pesar de que la administración Biden no revirtió la decisión de su predecesor, ha mantenido una postura ambigua al considerar la autonomía marroquí como uno de los posibles enfoques para la resolución del conflicto. Este contexto, sumado a la reciente presión internacional y la visita de Macron a Rabat, sitúa a Marruecos en una posición de expectativa, esperando concesiones adicionales de Estados Unidos y reafirmando su alianza estratégica, mientras el enviado de la ONU al Sáhara se encuentra en un punto crítico en busca de soluciones para el estancado conflicto.
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