El vuelo FR506 de Ryanair hacia Dajla, operado recientemente por la aerolínea de bajo coste, despegó puntualmente a las 14 horas desde el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Este nuevo enlace aéreo es parte de la estrategia de Marruecos para promover la marroquinidad del Sáhara Occidental, un territorio considerado por la ONU como la última colonia africana pendiente de descolonización. A bordo, unas treinta personas, incluidos grupos de turistas y locales, emprendieron el viaje de poco más de tres horas bendecido por el paisaje del desierto y sus innatos contrastes. Pese a que en la propaganda turística Dajla se presenta como un edén perdido entre el Atlántico y el Sáhara, la tensión subyacente revela una realidad más compleja y oscura en la que los saharauis enfrentan constantes vejaciones y represión.
Al aterrizar en Dajla, las primeras impresiones difieren notablemente del dinámico aeropuerto de Madrid, revelando instalaciones vacías y controles rigurosos propios de una zona de conflicto. El viaje al paraíso promocionado es, para algunos, fugaz y lleno de obstáculos burocráticos y políticos, como evidencia el caso de un periodista retenido y posteriormente deportado por las autoridades marroquíes debido a su cobertura crítica del régimen. Un ambiente de vigilancia extrema y la restricción de acceso a ciertos visitantes destacan el contraste entre la narrativa idílica vendida al exterior y la situación perenne de los saharauis, quienes continúan su resistencia silenciosa en una tierra rica en recursos pero fragmentada por intereses internacionales y pasadas deudas coloniales. En este contexto, la lucha por la verdad y la visibilidad sigue siendo un desafío en un lugar que se describe como un «agujero negro informativo» por organizaciones globales de libertad de prensa.
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