En una tarde memorable en la plaza de toros, Emilio de Justo se levantó con garra tras una dura caída, mostrando fortaleza y autenticidad en cada faena. La corrida, marcada por momentos de tensión y emoción, fue un despliegue de valentía y destreza. De Justo supo conectar con el público a través de su entrega, dejando una huella de integridad en el ruedo. Su capacidad para sobreponerse a la adversidad y seguir adelante con determinación fue una lección de perseverancia que resonó entre los asistentes.
Por otro lado, Alejandro Talavante deslumbró con su creatividad en el manejo del capote, ofreciendo una actuación que combinó técnica y espectáculo. Sus «efectos especiales» cautivaron a la audiencia, elevando la tensión y el asombro en el ambiente. Sin embargo, fue el joven Marco Pérez quien se llevó la ovación al salir a hombros, conquistando al público con la frescura de su novedad y dejando claro que es una promesa en ascenso. El encierro salmantino, sólido y triunfante, aportó el factor decisivo para una tarde que quedará plasmada en la memoria taurina.
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