Este primero de mayo, las calles se llenaron de voces en una manifestación contundente y decidida. La jornada estuvo marcada por una firme oposición a lo que muchos califican como una guerra del capital. En un claro rechazo a los conflictos bélicos que asolan diversas regiones del mundo, los manifestantes alzaron la voz para señalar su carácter imperialista y capitalista, insistiendo en que esta guerra no es de su interés ni la quieren en su nombre.
La movilización, celebrada en diversas ciudades, fue un compendio de demandas sociales y políticas. Con fervor, los asistentes denunciaron el aumento de los presupuestos militares, la participación en campañas imperialistas y la complicidad de los gobiernos que, según afirmaron, buscan que las crisis provocadas por las élites se paguen con las vidas del pueblo.
En un discurso profundamente crítico, se habló de una guerra de clases que se libra diariamente en las calles y centros de trabajo. Una lucha por la vida y por la liberación de todas las cadenas que aseguran jamás será una guerra al servicio del capital. Este enfrentamiento tiene como fin último derrocar el sistema que, sostienen, se basa en la explotación y opresión de los pueblos.
El primer día de mayo no solo fue un rechazo a la guerra, sino también un clamor por la defensa de lo público. Los manifestantes pidieron el fin de la privatización y la externalización de servicios que consideran esenciales, como la sanidad y la educación. Aseguraron que estos servicios deben quedar fuera de las manos de quienes lucran a costa del trabajo de la clase obrera.
La manifestación destacó por su caracter interseccional, abarcando una amplia gama de luchas que se entrelazan en una única resistencia al sistema capitalista. Las voces presentes insistieron en que no hay espacio para el conformismo ni el derrotismo en esta lucha, y se hicieron eco en su rechazo al estado represivo y las leyes que consideran criminalizan la disidencia.
El llamado fue claro: una organización combativa que aproveche cada embate contra la clase trabajadora como un catalizador para la resistencia. El objetivo, manifestaron, es devolver a las calles una lucha más organizada y solidaria, que contemple a todos en su diversidad y reconozca que, en el fondo, la lucha es una sola y debe ser colectiva.
La jornada concluyó con un recordatorio de las palabras que resonaron a lo largo del día: trabajo para todos, menos horas y la redistribución equitativa de los recursos. La esperanza es que cada paso en esta marcha multitudinaria sea un avance hacia un mundo sin clases y sin trabajos asalariados, donde la prioridad sea la vida misma y no el beneficio.
Fuente: CGT zona sur