El teatro de Harold Pinter enfrenta a sus intérpretes al formidable desafío del silencio. En producciones como «Viejos tiempos,» dirigida por Beatriz Argüello, la brecha que queda entre las palabras se convierte en un escenario en sí mismo, lleno de significado y tensión. Argüello, consolidándose como directora después de redescubrir obras del Siglo de Oro español, ha guiado a Ernesto Alterio, Marta Belenguer y Mélida Molina para que llenen estos silencios con una carga emocional poderosa. La dinámica entre las palabras y los silencios en el montaje crea una corriente palpable entre los personajes, quienes dicen tanto con sus miradas y pausas como con sus diálogos. Esta resonancia se convierte en una interpretación que explora las profundidades enigmáticas del texto de Pinter, asomándose a un universo donde el pasado y el presente se entrelazan.
La trama sigue a Deeley (Alterio) y Kate (Molina), un matrimonio cuya tranquilidad se ve amenazada por la visita de Anna (Belenguer), una figura del pasado de Kate. Este encuentro revive recuerdos oscuros y confusos, emulando el estilo de Pinter que desdibuja la línea entre verdad y ficción. En «Viejos tiempos,» el dramaturgo británico invita al espectador a cuestionar las certezas de su propio pasado sin ofrecer respuestas claras, una experiencia que según el dramaturgo Pablo Remón, responsable de esta versión, destaca lo poético y misterioso del trabajo tardío de Pinter. Aunque el montaje dirigido por Argüello elude la tentación de interpretar en exceso, permitiendo que la obra fluya con su propia lógica confusa, el entorno cargado de tensión se mantiene hasta llegar a un desenlace abrupto, dejando a la audiencia con una sensación de desolación que se revela solo en el último compás.
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