Crear belleza con escasos recursos es una empresa casi imposible, pero un rey, un alfil, un caballo y dos peones blancos logran tejer una obra maestra frente al monarca negro y sus dos peones. En un escenario donde las opciones de victoria parecían agotadas, el rey blanco realiza un movimiento inesperado, redondeando así la maravilla en el tablero. Esta brillante jugada, llena de sutilezas estratégicas, demuestra cómo el ajedrez puede transformarse en un arte complejo y profundamente fascinante, cautivando tanto a expertos como a aficionados del juego.
Léonid Kúbbel, autor de esta joya del ajedrez, nació y murió en San Petersburgo, ciudad que, bajo el nombre de Leningrado durante la URSS, vivió una pasión por el ajedrez comparable al fervor del fútbol en países hispanohablantes hoy día. Aunque fue un privilegio para alguien de su talento nacer en un lugar así, su vida terminó trágicamente durante el asedio nazi, llevándoselo a los 50 años. No obstante, dejó un legado impresionante con más de 1.500 estudios y problemas de ajedrez. Este trabajo, el más inolvidable, representa solo una parte de su prolífica y eterna contribución al mundo del ajedrez.
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