Nicolás Maduro comenzó un nuevo mandato como presidente de Venezuela en medio de acusaciones de fraude electoral y un ambiente de creciente tensión política. En una ceremonia realizada en el salón Elíptico de la Asamblea Nacional, Maduro fue proclamado presidente mientras el líder opositor Edmundo González, quien según informes ganó las elecciones, se mantuvo alejado del país por motivos de seguridad. La oposición y observadores internacionales habían presentado pruebas de irregularidades en el proceso electoral. Maduro, sin embargo, restó importancia a estas acusaciones durante su discurso, asegurando que la toma de posesión era una victoria para quienes promueven la paz en el país, y utilizando su característico lenguaje retórico en contra de sus adversarios tanto nacionales como internacionales. La presencia de los líderes de Nicaragua y Cuba en el acto subrayó la vigencia de las alianzas regionales que respaldan al gobierno chavista.
El entorno de seguridad durante la ceremonia fue extremo, con un sistema de misiles antiaéreos desplegado y el cierre de fronteras con Colombia, una clara señal del nerviosismo gubernamental ante un posible ingreso de González al país. Edmundo González, desde el extranjero, calificó el acto como un golpe de Estado y manifestó su intención de regresar a Venezuela en un futuro cercano para reclamar la presidencia de forma legítima. Mientras tanto, Estados Unidos anunció un incremento en la recompensa por información que permita la captura de Maduro y Diosdado Cabello, intensificando la presión internacional sobre el gobierno venezolano. María Corina Machado, líder opositora, criticó duramente a Maduro, describiendo simbólicamente su asunción como un grillete cada vez más apretado en su tobillo, y aseguró que están preparando el escenario para un futuro relevo en el poder. El ambiente en Venezuela sigue siendo de incertidumbre y expectativa ante lo que podría ser una delicada etapa de transición política.
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