En el marco de las tensiones políticas que continúan marcando el escenario venezolano, el régimen chavista ha lanzado nuevas acusaciones contra la oposición, señalando que esta habría estado utilizando fondos intervenidos en el exterior para financiar planes desestabilizadores y para el enriquecimiento personal de sus líderes. De acuerdo con el discurso del oficialismo, estos recursos, que pertenecen al Estado venezolano, estarían siendo desviados de manera fraudulenta por actores opositores que, en lugar de usarlos para fines legítimos, los destinan a conspiraciones contra el gobierno actual y a mejorar su bienestar económico personal.
Estas denuncias forman parte de una retórica cada vez más hostil por parte del chavismo, que busca responsabilizar a sus adversarios de la compleja situación económica y política que atraviesa el país. Por su parte, líderes de la oposición han refutado estas acusaciones, argumentando que el gobierno está tratando de distraer a la opinión pública de sus propias deficiencias y de la falta de resolución de problemas cruciales que afectan a la población venezolana. En este ambiente cargado de sospechas, la política venezolana continúa profundamente dividida, mientras la comunidad internacional observa con cautela los desarrollos en este escenario volátil.
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