La reciente cumbre en París, convocada por Emmanuel Macron, ha puesto de manifiesto las complejidades en la unidad de la Unión Europea (UE) frente a la situación en Ucrania y las acciones del expresidente estadounidense Donald Trump. A pesar de la intención de mostrar una respuesta coordinada, solo una parte de los líderes de los países miembros asistió a la reunión, dejando fuera a más de la mitad del bloque, incluidos países como Hungría, que mantiene posturas críticas con respecto a la estrategia europea. La ausencia de algunos estados ha resaltado la existencia de dos velocidades dentro de la UE, donde el consenso a menudo se ve obstaculizado por las distintas sensibilidades nacionales. Mientras tanto, Europa sigue luchando por hacerse un lugar relevante en las negociaciones de paz lideradas por Estados Unidos y Rusia, subrayando la necesidad de cohesión y rapidez en sus decisiones para evitar un «cierre en falso» para Ucrania.
En el contexto actual, Europa se enfrenta al desafío de consolidar su posición en el ámbito internacional mientras gestiona sus propias divisiones internas. La propuesta de desplegar tropas de paz en Ucrania se encuentra estancada, principalmente debido a la falta de respaldo unánime dentro de la UE y las reservas expresadas por Estados Unidos. Mientras figuras como Macron y el primer ministro británico, Keir Starmer, contemplan la idea como viable, otros líderes como Pedro Sánchez y Angela Merkel consideran prematuro discutirlo. La cumbre, aunque limitada, ha sido señalada por algunos líderes europeos como el inicio de un proceso que busca cimentar la presencia de la UE en la mesa de negociación y, eventualmente, asegurar una paz «justa y duradera» para Ucrania. El reto, sin embargo, permanece: sumar a todos los países europeos para lograr una verdadera unidad de propósito.
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