En una contienda electoral que mantuvo en vilo a la nación ecuatoriana, Luisa González, la candidata del movimiento correísta, proclamó una ajustada victoria en los comicios presidenciales que tuvieron lugar el pasado fin de semana. Según los datos preliminares, González apenas superó a su rival más cercano, lo que anticipa la posibilidad de un balotaje intensamente disputado. La estrecha diferencia en los resultados pone de manifiesto un país dividido y abre las puertas a una segunda vuelta que promete convertirse en una batalla política decisiva. González, quien basa su campaña en las políticas de desarrollo social implementadas durante el gobierno de Rafael Correa, se enfrenta a un desafío formidable: consolidar el apoyo recibido para asegurar un triunfo definitivo y evitar que las fortalezas de su contrincante le arrebaten el liderazgo.
El actual mandatario, quien sigue de cerca en las encuestas, ha aceptado el reto de González con la misma determinación, intensificando su campaña en un intento de capturar la confianza de los votantes indecisos antes del balotaje. La posibilidad de un cambio en la administración ha generado expectativas en distintos sectores de la sociedad, lo que añade un elemento de tensión e incertidumbre sobre el futuro político del país. Analistas coinciden en que la segunda vuelta será una prueba crucial no solo para los candidatos, sino también para el sistema democrático de Ecuador, que deberá garantizar la transparencia y legitimidad del proceso electoral. En medio de un clima político altamente polarizado, la carrera hacia el balotaje promete ser uno de los eventos más significativos en la reciente historia ecuatoriana.
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