En un evento reciente, se evidenció la creciente disparidad en el acceso a la cobertura mediática entre influenciadores y medios de comunicación tradicionales. Mientras que influencers con apenas unos miles de seguidores tuvieron la libertad de grabar y compartir en tiempo real desde la audiencia, un medio con una vasta influencia, acumulando 11 millones de seguidores en sus plataformas sociales, enfrentó restricciones para realizar su labor periodística. Este fenómeno pone en tela de juicio las políticas de acceso y difusión que regulan ciertos eventos, reflejando un cambio en la dinámica del poder informativo, donde los creadores de contenido independientes parece que gozan de más libertades que las organizaciones mediáticas establecidas.
La situación no solo destaca la evolución y adaptación del periodismo en la era digital, sino también suscita un debate sobre el rol de los nuevos actores en el ecosistema informativo. Con el auge de las redes sociales, la capacidad de cualquier individuo para convertirse en un canal de información desafía las estructuras mediáticas tradicionales, obligándolas a reconsiderar sus estrategias y el valor de sus plataformas frente a la inmediatez y la proximidad que los influenciadores logran con su audiencia. Esta transformación plantea interrogantes sobre la calidad, la veracidad y la ética en el acceso y difusión de contenidos a medida que el campo de la comunicación sigue evolucionando a pasos agigantados.
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