El Museo La Neomudéjar de Madrid presenta, hasta el próximo 16 de febrero, la exposición Los Nenúfares y Twombly. Esta muestra surge de la intensa conexión estética experimentada por Manolo Oyonarte al contemplar la obra de Claude Monet en el jardín de las Tullerías y su diálogo con las atmósferas grises y los “maragatos” de Cy Twombly.
La exposición, compuesta por una treintena de piezas, propone un acercamiento a la trascendencia del acto de contemplar arte. Inspirada en la vivencia personal de Oyonarte al admirar Los Nenúfares de Monet en el Musée de l’Orangerie, la muestra crea un puente entre generaciones, épocas y contextos históricos distantes, pero profundamente vinculados. Bajo la lógica subjetiva del arte, resignifica la contemplación estética como un gesto político actual, donde la vivencia personal se erige como un acto de trascendencia artística.
El recorrido artístico invita a explorar tangencialmente un expresionismo abstracto que evoca el que Luis Felipe Vivanco observaba en Picasso. Este legado cultural influye en la obra de Oyonarte, al igual que en otros referentes intelectuales que enriquecen su universo creativo. Es un arte que, como el de San Juan de la Cruz o Antonio Machado, según Camilo José Cela, mira profundamente la realidad con un espíritu combativo. Con raíces firmes en la tierra que nos sustenta, su propuesta estética transforma la lírica residual de la abstracción pura en una experiencia cotidiana y vital.
El ejercicio que Manolo Oyonarte nos propone es un acercamiento a un acto trascendente, espejo de una experiencia vivida personalmente al contemplar Los Nenúfares de Claude Monet en el Musée de l’Orangerie.
La experiencia de los nenúfares como un mal de Stendhal o un loto que sublima y trasciende la pintura. Bucear en la estela de otras lógicas y lenguajes que se acumulan y nutren una masa pictórica plagada de referentes estéticos. Es la obra de Oyonarte de una erudición callada, impregnada de la tensión entre el hacer y el no tocar. La misma batalla entre el Tao y el Bhagavad Gita, la acción penetrante del agua o El arte de la guerra.
Oyonarte asegura que “la impasibilidad no existe en el arte: te adhieras o no a un movimiento, un lenguaje o una técnica, el hecho en sí es político y trascendente, aun cuando no exista el discurso». Podríamos adentrarnos en una involución de su impronta, masas aisladas como flores brotando en galaxias insondables van componiendo, orbitalmente, un ajuste estético y de equilibrio de pesos afincados a la composición”.
Un eterno gris “maragateado” en rosas que reverencian la atmósfera de Twombly, un norte que le llama y atrae. Una luz impregnada de tamiz y melancolía se complejiza con destellos negros y rojos. Relámpagos que asoman en un giro cromático propio de un Neorromanticismo, ante una expansión de disrupción del sustrato pictórico que atraviesa lo contemporáneo y sus tensiones. Obras fragmentadas, inconclusas según se mire, o profundamente redondas si se toma el tiempo.